Doloroso último baile entre varias incertidumbres | ideal

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Giraba la tarde zaidinera entre la desazón por ver por primera vez a su equipo descendido, la incertidumbre sobre lo que vendrá en el club ... y esa sensación de un Palacio desangelado que


notó el cambio horario impuesto por la ACB por motivos televisivos. La tormenta perfecta para un pésimo inicio del equipo local, ante un rival con más en juego. Resultaba obvio que casi todo


el pescado estaba vendido, con ausencias notables en ambos equipos. Tanto como sus dos principales baluartes: Noua en los locales y Harding en los visitantes. El primero, tocado que no


lesionado, dejó de arriesgar su físico una vez inalcanzable el objetivo. Alguna pancarta en la grada ayudaba a aumentar esa sensación incierta, que podría incluso llevar a un fin de ciclo.


Al único que ha conocido el club rojinegro, de hecho. «Pablo Pin, siempre en mi equipo», rezaba, en ese extraño ambiente del que no sabe si está ante su última vez. Nuevamente, como en


aquella memorable remontada ante el Gran Canaria, fue Jonathan Rousselle quien tocó a rebato para despertar del letargo inicial a un Covirán que mostraba pocas fuerzas en las piernas y menos


en un alma vacía tras las lágrimas de la semana. El galo, profesional descomunal, debería ser un gran punto de partido para la próxima plantilla. Aun así, nadie escapaba a la frialdad de un


partido extrañísimo. Ni el público ni los jugadores ni casi nadie en el Palacio huía de la sensación más rara que ha vivido un club acostumbrado a la miel casi permanentemente y al que le


tocará hacerse mayor de golpe, como el adolescente que afronta sus primeros reveses vitales. Desde el inicio se vio que era un partido duro de afrontar. Cualquier profesional sale a la


cancha a ganar, pero cuando el objetivo es imposible, las piernas corren menos. Cuando el alma está dolida, todo es mucho más difícil, en la vida, y por supuesto en el deporte. Además, en la


grada el foco pronto captó la presencia de Cristiano Felicio, rodeado de multitud de chavales. Más nostalgia aún para el público, que ha acabado echando mucho de menos al '5'


brasileño, por muchas flaquezas defensivas que mostrara desde su lesión de rodilla. Entre demasiadas sillas vacías, la ACB granadina languidecía poco a poco, ante la duda de cuando volverá.


El presidente rojinegro, Óscar Fernández-Arenas lanzó un mensaje a primeros de semana en redes sociales, hablando del inicio de una «cuenta atrás para volver». A nadie escapa que la presión


del próximo curso será grande, pero tampoco debería hacerlo que la Primera FEB que se encontrará del equipo dista mucho de la LEB Oro que abandonó hace tres años. Y no solo por el cambio de


nomenclatura. Sonó el Frente Nazarí poco antes del descanso, empujando a su equipo en la búsqueda de un último sorbo que endulzara en algo la temporada más amarga en una década. Pedía un


último esfuerzo que enorgulleciera a los que se jugaron el físico en el Veleta para rescatar a Granada desde las cloacas del baloncesto patrio. A la ciudad, que ha consolidado aquello por lo


que un día no tan lejano temió de veras, ahora le duele bajar un escalón. Ley de vida, mucho más en la de un 'pequeño' en esa durísima jungla que es la ACB. Le toca dar un paso y


aprender para, cuando sea que retorne, hacerlo con más fuerza. Casi que lo de menos era el resultado. Tocaba paladear ese último sorbo en la elite. Despedir a los Noua o Valtonen, tipos


honrados que se han dejado el alma por Granada y a los que le sobrarán ofertas. Y en el aire, la duda sobre Pablo Pin. Bastante obvio es que el técnico será el que decida su futuro. La foto


de su legado se valorará con los años y si, por el club fuera, la continuidad estaría ya firmada. Con el granadino al frente o no, el reto que viene es de aúpa; devolver a Granada al primer


escalón, un reto de ciudad. A por ello.