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Sabia y sus colegas siguieron a casi 8,000 personas en Gran Bretaña durante aproximadamente 25 años y evaluaron sus patrones de sueño, a partir de los 50 años. Los participantes reportaron
la duración y la calidad del sueño en tiempo real en seis momentos durante el transcurso del estudio, y para registrar el sueño más de la mitad usaron un acelerómetro —un dispositivo que
detecta períodos de movimiento y quietud— durante el ciclo de informes 2012-2013. Al final del estudio, 521 participantes habían manifestado algún tipo de demencia, y la edad promedio en el
momento del diagnóstico fue de 77 años. Además, quienes reportaron que habían dormido poco tenían un riesgo bastante más elevado de padecer alguna forma de demencia. En comparación con las
personas que duermen lo suficiente, el riesgo de quienes duermen poco a los 50 años se incrementó en un 22%. A los 60 años, el aumento del riesgo fue del 37%, y a los 70 años, del 24%. Todos
estos vínculos permanecieron firmes incluso después de que el equipo tuviera en cuenta la salud física y mental, el riesgo genético de padecer la enfermedad de Alzheimer y los factores
sociodemográficos. Sabia y su equipo también quisieron determinar si los cambios en los patrones de sueño tenían algún efecto en la aparición de la demencia. Más allá de la edad, las
personas que tenían patrones de sueño persistentemente breves corrían el mayor riesgo: un 30% más de probabilidades de manifestar demencia que las personas que duermen lo suficiente. El
estudio no distinguió diferentes tipos de demencia, por lo que no hay modo de saber con certeza cuántas personas tuvieron la enfermedad de Alzheimer o cuántas tuvieron demencia a
consecuencia de una enfermedad cardiovascular u otros trastornos neurocognitivos. Sin embargo, al utilizar un diagnóstico de demencia sin antecedentes de enfermedad cardiovascular, el equipo
calculó que el 77.5% de los casos de demencia (404) se vinculaban a la enfermedad de Alzheimer. Cuando examinaron los patrones de sueño de solo ese grupo, el perfil de riesgo fue similar.
See more Seguro offers > DORMIR LE DA AL CEREBRO LA OPORTUNIDAD DE “LIMPIARSE” La falta de sueño podría influir en el riesgo de padecer demencia de varias maneras. Uno de los mecanismos
más estudiados concierne el ciclo de limpieza nocturna del cerebro, señaló Lucey. “Cuando estamos dormidos, hay una mayor circulación de líquido a través del cerebro, y se supone que elimina
los productos de desecho y reduce su concentración”, explicó. Entre los productos de desecho que disminuyen durante el sueño se encuentran las proteínas beta amiloide y tau. Por la noche,
estas dos proteínas se liberan menos y se eliminan más. En las personas que padecen la enfermedad de Alzheimer, ambas proteínas se acumulan hasta llegar a niveles peligrosos. La proteína
beta amiloide forma aglomerados viscosos que interfieren en la conexión neuronal, y la proteína tau forma ovillos intrincados que destruyen la propia neurona. Cuando estas proteínas no se
pueden eliminar normalmente, es más probable que con el tiempo comiencen a adherirse en formas patológicas, advirtió Lucey.